Mientras tanto, los Hijos de Don Bosco en todos los países fronterizos con Ucrania, a partir de Polonia, siguen recibiendo a los desplazados. Una acción que es ante todo humanitaria, porque para realizarla basta tener ese mínimo de humanidad de quien sabe reconocer las necesidades de sus hermanos y hermanas en peligro. Entretanto, en el caso de los salesianos se caracteriza por su calidez, atención generosa, mirada previsora, que encuentra sus raíces en el Evangelio y en el carisma heredado de Don Bosco.
Así lo atestigua también Natalia, enfermera, esposa y madre, que huyó con sus tres hijos de la región de Khmelnytsky, en el oeste de Ucrania, y que actualmente se encuentra alojada en la casa salesiana de Czerwińsk, perteneciente a la Inspectoría Polonia-Varsovia (PLE).
“Tanto mis hijos como yo estamos en Czerwinsk y en buenas condiciones. Nos sentimos seguros y todos se preocupan por nosotros. Los niños están contentos. Reciben una educación y pasan su tiempo libre jugando”.
Natalia llegó con ventaja respecto a muchos de sus compatriotas, pues su familia por parte de madre tiene raíces polacas, conoce bien el idioma y había estado en varias ciudades y lugares de Polonia.
Entretanto, esta condición se ha convertido para ella en motivo de responsabilidad y compromiso: “Me dedico a ayudar a mis compatriotas con las diversas comunicaciones, en la recopilación de los documentos necesarios y trabajando en la integración paulatina de la población refugiada”, explica.
Ante tanta generosidad, a Natalia le gustaría aconsejar a las muchas otras mujeres ucranianas que huyan al extranjero: "Todo el mundo, especialmente las que tienen hijos, pueden irse de Ucrania, ahora que hay una guerra en curso. ¡Hay mucha gente que les dará cobijo y alojamiento digno!”.
Habiendo ya experimentado el mismo dilema, también afirma "que algunas mujeres pueden querer quedarse en Ucrania con sus maridos... Creo que también es una buena decisión". Al final, solo recomienda: “Cualquiera que sea el camino que tomen, que lo hagan de acuerdo a su conciencia”.
A pesar de la serenidad que los salesianos y los voluntarios le están garantizando a ella y a sus hijos, su estancia actual en Polonia es muy diferente a la despreocupada que vivió en el pasado, cuando podía disfrutar "del distrito de los lagos de Masuri y de los numerosos y hermosos bosques, con toda la naturaleza circundante". Hoy, sin embargo, los pensamientos siempre se vuelven hacia su patria y su esposo, médico, que se quedó en el país para atender a los necesitados, “sobre todo ahora, cuando tantos heridos lo necesitan”, agrega con un dejo de orgullo.
Su gran sueño, de hecho, es solo uno: “¡Regresar a Ucrania lo antes posible! ¡Y espero que sea muy pronto! Ucrania está luchando por la vida y nuestra libertad, para que aquellos que tuvieron que irse puedan volver a casa y comenzar una nueva vida”.