“Son historias muy duras las que cuentan estas personas”, dice sor Elen, refiriéndose sobre todo a quien viene de Kharkov o de otras ciudades completamente destruidas por los bombardeos- “Intento recordar algunas, pero en ocho días son demasiadas”. Entre los niños y las niñas que llegan con las madres, las reacciones son diversas: el silencio y la reserva, o el deseo de expresarse con decisión, como el pequeño Dima, de 8 años que querría transformarse en Presidente para garantizar la paz a todos.
“Es importante que los pequeños y los jóvenes sepan que la guerra y la violencia no son buenas, que es terrible que los civiles mueran” observa sor Elen con una mirada de educadora salesiana, y continúa explicando lo difícil que ha sido, sobre todo al principio, ver el sufrimiento y la angustia de las mamás sin poder darles toda la seguridad que necesitan. Además de las primeras ayudas, “será necesario pensar también en una ayuda psicológica, a fin de que no acaben siendo presa de quienes puedan aprovecharse de su fragilidad”.
“Éste es un gran regalo para mí”, exclama sor Martina. “El motivo por el cual estoy aquí es hacer experimentar a las personas que llegan un poco de cercanía, hacerles sentir que Dios las ama, pese a todo lo que está sucediendo”.
Es un esfuerzo de equipo de las FMA y otros voluntarios: los que conocen mejor los idiomas tratan de identificar las necesidades y dirigir a las personas a quienes las acompañan hacia lo que necesitan – una carta SIM, un sitio para pernoctar según el destino, la parada del autobús…
“Ellos son un gran ejemplo para mí”, confiesa sor Martina “y es duro ver cómo desean permanecer en Ucrania y no pueden hacerlo, o cuando las mamás llegan con sus niños y no saben adónde ir, qué hacer”.
Por otra parte, es consolador constatar cuántas personas estamos dispuestas a ayudar, poniendo a disposición un alojamiento, un medio de transporte, cuidando de los que llegan… Distintos jóvenes, como las FMA, han empleado sus vacaciones de primavera – principios de marzo en Eslovaquia – en el voluntariado, ofreciendo lo que tenían y sabían hacer.
“¿Por qué están aquí? Apenas he sabido de esta situación he querido ayudar y, como hablo el ruso, he pensado hacerme útil”, afirma sor Lamiya. También ella quedó muy impresionada por las historias de las personas que escuchó, siendo la más cercana a la frontera, con la tarea de intérprete.
Muchas son las señales de esperanza y de generosidad: “He visto la increíble dedicación de las personas, de los voluntarios que están aquí – jóvenes, ancianos, médicos, soldados, policías, muchísimas personas – cada una para lo que pueda ayudar. Sé que no todos pueden estar aquí, pero creo que todos pueden ayudar desde donde se encuentran”.
En el video aparecen también algunas jóvenes voluntarias con la Protección Civil: “Hay muchas historias desgarradoras”, explica una de ellas “Muchas personas de Ucrania que son acogidas nos ven como pequeños ángeles y nosotros estamos felices de poder ayudar”.
En el video se muestra lo que se ofrece en el área de rescate: ropa, cochecitos, juguetes y otros bienes, tiendas de campaña en las que descansar y esperar a los familiares o medios de transporte que llegan, espacios para la cocina y para la asistencia médica … todo un pueblo solidario.
La experiencia para las tres jóvenes FMA se acaba, mientras la gratitud por lo vivido permanece: por las historias y los rostros que llevarán siempre en el corazón y en la plegaria, y por el apoyo orante recibido de las Comunidades y de quienes las supieron comprometer en la tarea de ser presencia amiga y signo de esperanza para quien lo ha perdido todo.
“No nos cansemos de acoger con generosidad, como se está haciendo: no sólo ahora, en la emergencia, sino también en las semanas y meses venideros” (Papa Francisco, Angelus 20 marzo 2022).
Fuente: CGFMAnet.org
