Comienzo con una pequeña narración sapiencial: Un equilibrista extendió una cuerda, a una discreta altura, sobre un amplio mercado. Primero se habían exhibido algunos malabaristas, pero su espectáculo había durado más de lo previsto y la plaza había sido cubierta por la oscuridad. La exhibición del equilibrista se llevaría a cabo bajo la luz de un reflector.
En la penumbra, el artista no se percató de que un chiquillo lo había tranquilamente seguido al subir por la escalera y cuando dio los primeros pasos sobre la cuerda lo descubrió detrás de él.
«¿Qué haces aquí?» le preguntó. «Quiero ir contigo sobre la cuerda». «No tienes miedo?»
«Mientras esté contigo, no». Los espectadores mantenían el aliento.
El alambrista tomó al niño y se lo echó a los hombros y para distraerlo de la altura, de la oscuridad y del peligro del vértigo le dijo: «¡Mira qué bellas son las estrellas allá arriba! ¡Mira fijamente a las estrellas!» Y mientras que el niño miró el destello de las estrellas brillantes, no pensó en el peligro de los pasos vacilantes sobre aquella delgada cuerda, ni en la profundidad bajo ellos y se dejó transportar sobre la cuerda a lo largo de aquella plaza.
Don Bosco sería el primero en “subirse a la cuerda” con los chicos y los jóvenes. Sería el primero en estar presente, haciendo uso de toda su creatividad, capacidad y competencias para llevar, preventivamente, a los jóvenes hacia la esperanza, creyendo en ellos mismos, ofreciendo protagonismo, hablando a cada uno del gozo de vivir y crecer en armonía, formándoles en el compromiso valiente para con los demás, sobre todo con los más necesitados.
He aquí la esperanza en este tiempo: la oportunidad de crecer y aprender juntos como equipos de estudiantes, familias, maestros y especialistas. Debemos valorar todo lo que hemos ganado en esta crisis (un ambiente mejor, una vida más lenta, el estar juntos como familia) y cuán creativos e innovadores han sido tantos educadores al responder rápida y eficazmente, por ejemplo, a través de lo digital.
Las cosas serán diversas y nosotros las queremos diversas. Nada es como antes: la vida, los lazos, el espacio y el tiempo. No queremos volver a donde estábamos, sino que queremos cambiar para mejor, innovar, crear, creer en nosotros mismos, en nuestros recursos, en la educación como factor de cambio.
Tenemos necesidad de creatividad para crear nuevos paradigmas y nuevas respuestas. La audacia de una vida que es portadora de algo verdaderamente nuevo. Tenemos necesidad de soñar una nueva vida que se vuelva realidad, pues la tarea será ardua y tardará mucho. No requiere de improvisaciones sino de la seguridad de un testimonio, el gozo de nuestra esperanza, la seguridad de nuestra autoridad. Más que nunca, nuestra presencia y nuestro testimonio son necesarios. Y más que nunca los jóvenes que no podemos dejar solos (¡nunca, y ahora menos!): nos esperan con los brazos abiertos, para vivir una vez más su vida, con la fuerza de un amor capaz de superar todo, porque en todo esto ¡sólo el amor puede triunfar! Debemos soñar de nuevo el sueño de los jóvenes.
Espero que hayamos aprendido a ser más conscientes de la conexión humana, más determinados a educar bien a todos los niños y jóvenes, más conscientes del poder de la amabilidad humana y más concentrados en trabajar con las familias y las organizaciones para educar al futuro.
Con método salesiano, que significa:
Acogida completa y cordial. Los diálogos de Don Bosco con los jóvenes revelan su capacidad de acogida plena y cordial, elemento fundamental de la relación educativa salesiana. En un modelo de comunicación informal, situacional y amigable, Don Bosco llega al corazón, superando las barreras del "distanciamiento social" ("Haz que todos aquellos que hablen contigo se vuelvan tus amigos" (MB X, 1085) y en este modo todos se sienten acogidos y amados (cada muchacho se sentía "el preferido de Don Bosco"). En el crecimiento humano, lo importante es que el individuo sea el protagonista de su vida y de su historia.
Sintonía y apertura empática. Don Bosco recomienda a sus salesianos una cercanía con los jóvenes, rica de atenciones y gentileza.
Conocimiento del joven y de sus posibilidades. Según la pedagogía de Don Bosco, el joven siempre puede hallar dentro de sí recursos personales que, puestos en juego, junto a la "gracia", lo llevan a proponer y alcanzar nuevas metas de mejora y conquista de sí.
Experiencia educativa y pastoral en la vida cotidiana. El acompañamiento educativo se realiza en la vida cotidiana del patio, por ejemplo, el espacio (informal) por excelencia para conocer y acompañar a los jóvenes. Lo extraordinario sucede en lo ordinario: en los momentos de la vida cotidiana, educador y estudiante se ocupan en frecuentes conversaciones, comparten momentos de trabajo y de ocio en una relación de conocimiento recíproco, a menudo también de intensa amistad, que prepara a la confianza, a la dedicación y a la docilidad ("Hazte amar, no temer").
Ambiente educativo y estilo familiar. Buscando imitar lo que experimentaba en su propia familia, Don Bosco quiso transferir este espíritu familiar a la vida cotidiana de Valdocco. La convivencia entre los educadores y los muchachos debía ser similar a aquella entre padres e hijos.
La tecnología no puede sustituir a los maestros; la educación permanecerá (y debería ser así) una actividad con alta intensidad de interacción humana. En el futuro, el desafío principal será por tanto el de hallar el justo equilibrio entre apoyar la adopción de instrumentos digitales y continuar invirtiendo en el factor humano.
La prevención como sistema. El concepto de "prevención" desarrollado por Don Bosco no es de naturaleza puramente "asistencial" y "protectora". Es "promocional", está dirigido al "potenciamiento" para superar los factores negativos que pueden destruir a la persona.
En el caso del COVID-19, son necesarias nuevas estrategias educativas para sensibilizar y preparar a los estudiantes, que serán los próximos nuevos ciudadanos, a buscar soluciones que tengan en cuenta el respeto por la vida, el desarrollo sostenible y el compromiso ético.
El acompañamiento personal como dirección espiritual: la santidad. El educador de Don Bosco no se limita a lo humano, sino que va a lo espiritual. Su fin es la felicidad total ("el Paraíso"). Y por este fin va "hasta la temeridad": caminar sobre la cuerda es siempre difícil y riesgoso, pero sobre los hombros de Don Bosco vamos sin miedo hacia el futuro. Teniendo los ojos fijos en las estrellas del Cielo.