Los salesianos actualmente participan en la distribución de alimentos y botiquines, destinados a un total de 3.000 familias necesitadas. Al mismo tiempo, están iniciando un proyecto de distribución de coberturas plásticas y materiales de construcción, para crear albergues temporales para 400 familias. También hay un proyecto para edificar un comedor escolar y actualmente ya se distribuyen 1.500 comidas diarias a los alumnos del Centro Diocesano Salesiano de Artes y Oficios (CDAM) y escuelas cercanas.
Los salesianos también ofrecen asistencia psicosocial a las familias afectadas por el terremoto, que han perdido a un ser querido o que han resultado heridas.
Además, para unos 700 jóvenes, se ha puesto en marcha un proyecto de Formación Técnica Profesional, que será de corta duración y que servirá para una rápida inserción en el mundo laboral.
Las Hijas de María Auxiliadora, que en Haití actúan en el campo de la educación y la formación profesional de las jóvenes del lugar, también están comprometidas con la ayuda a la población. Su comunidad en Les Cayes, en el sur del país, ha sufrido daños devastadores. Fueron suficientes 40 segundos, ese 14 de agosto, para que sus vidas y la de miles haitianos volvieran a cambiar. La Hermana Marie Mercie Raphael, la Ecónoma de la casa en Les Cayes, siempre recordará esta experiencia: “Afuera, entre los edificios derrumbados, la gente corría, algunos heridos, otros desnudos, sacados de los escombros. El terremoto de 2010 estaba ya en nuestra memoria. Pero el Señor me salvó".
"Tendremos que reconstruir -agregó la Sor Marie-. La gente vino inmediatamente a buscarnos pidiendo agua potable y comida. Aquí, se reunieron para dormir al aire libre, considerando el riesgo de colapso de las habitaciones debido a las réplicas".
Un testimonio de la difícil situación en el país también proviene de la hermana Rose Monique Jolicoeur, directora saliente de la comunidad y de la escuela de Les Cayes. Ella señala que, a pesar del riesgo de colapso, las hermanas continúan ayudando a los afectados por el terremoto. “Quedarnos quietos no se puede ni pensarlo -dijo-. ¡Siempre hay esperanza! La mano de Dios nos ha preservado, porque si el terremoto hubiera ocurrido a las 8 de la mañana, en pleno horario escolar, hubiera sido aún más desastroso”.