En muchos de aquellos boletines publicados en vida de Don Bosco (él vivió once años más allá de esa fecha fundacional del Boletín Salesiano), el mismo Don Bosco daba cuenta a sus lectores de lo que se iba haciendo en Valdocco y en otras casas salesianas, y también entusiasmaba siempre que podía a sus muchachos y a sus lectores con las noticias que llegaban de América, primero de Argentina y después de otras naciones.
Creo que también hoy tenemos el deber de entusiasmar, de dar a conocer el bien que se hace, de acompañar incluso el dolor, como es en este momento no sólo los quince largos meses que ya llevamos padeciendo el Covid, sino el dolor tan fuerte que se vive en estos momentos en Brasil, y ahora particularmente en India. Esta realidad nos tiene que hacer siempre cercanos a la mirada e incluso el dolor de los otros.
Es decir, como en la misma vida, hay tanto para agradecer y tantos motivos para alegrarnos y también otros para llorar y para estar al lado de quienes sufren.
Pues bien, quienes me vienen leyendo a lo largo de estos siete años habrán podido constatar que en este saludo intento sobre todo transmitir algo de la vida vivida, algo de los ‘milagros’ que el Señor me ha permitido descubrir y ver a lo largo y anche del mundo, comunicar sencillos testimonios que llegan al corazón.
Hoy les traigo uno de estos. Resulta que ordenando papeles y escritos me encontré con un sobre y dentro una carta que me entregó una joven cuando hice mi visita a la casa llamada Americana en Brasil, en la Provincia Salesiana de Sao Paolo.
Recuerdo que en aquella visita viví uno de los encuentros y diálogos más ricos y profundos con jóvenes, chicos y chicas de una cierta edad (entre los 16 y los 24 años). Durante dos horas hablamos (podría decirse) de lo ‘humano y lo divino’. Hermoso diálogo con unos 100 jóvenes de aquella casa salesiana.
Cuando al encontrarme la carta la volví a leer me dije a mi mismo que con el permiso ‘presunto’ de Elian, tenía que compartir el sencillo mensaje que me trasmite ese corazón de una joven que encontró en una casa salesiana un lugar, espacio y personas que le cambiaron la vida. Pensé para mí mismo: don Bosco, a quien le entusiasmaba dar a conocer el bien que se hacía y cómo su sistema educativo y evangelizador transformaba la vida de sus muchachos, estaría feliz también de dar a conocer lo que hoy dicen muchos jóvenes de hoy. Algunos no estarán contentos, naturalmente. Pero otros muchos se sienten felices en estas casas de don Bosco donde han encontrado amigos y patio con los que compartir, una escuela que les prepara para la vida, un espacio de vida que les hace conocer en libertad a Dios, y una casa que acoge incondicionalmente, como le ha ocurrido a Elian.
Su carta dice así:
“ Americana, 12 de Octubre de 2017
Querido P. Ángel: Mi nombre es Elian T.S. y tengo 17 años. Bueno, estoy bien nerviosa ya que después de todo no siempre somos honrados con la presencia y atención de alguien que representa a quienes llevan a cabo un trabajo tan hermoso y grandioso y que hace tanta diferencia en mi vida.
Puedo decir que el que conoce o simplemente se acerca a la obra salesiana, nunca más es el mismo, independientemente de su religión, etnia o color. Las enseñanzas, valores y afecto que se nos transmite a nosotros, los jóvenes, tienen el poder de impactarnos de tal forma que sus marcas permanecen por toda la vida.
Recuerdo haber llegado a Americana en el año 2005 y a pesar de ser de otra vertiente religiosa, con mis 7 años de edad comencé a involucrarme en toda esa delicadeza que es conocer y ser alguien del mundo salesiano. A partir de ese contacto con la historia y obra de Don Bosco pude conocer más de la vida, mucho de aquello que tantos jóvenes buscan en el mundo y no encuentran. Pude ver que las cosas difíciles de la vida pueden ser superadas con ayuda, con cercanía, con una sonrisa al final de una tarde. Experimenté que los curas de la casa en la que me encuentro muchas veces pueden ser los buenos amigos y buenos consejeros, y que nada es más hermoso que la acción de Dios en nuestra vida.
Bueno, no puedo decir que siempre fue fácil. Muchas veces el sentimiento de cansancio y de frustración aparecían, y muchas veces quise abandonar toda la obra pero afortunadamente a partir de Don Bosco pude conocer a personas (de cuyas caras me recuerdo dulcemente), y que en todos los momentos me ampararon y no de dejaron caer, personas que abrieron sus corazones y me mostraron y enseñaron cómo amar como lo hizo Jesús y como el Padre y Maestro de la Juventud amó a sus muchachos. Así pude vincularme al Equipo Misionero, al Grupo Corazón de Jesús y al Oratorio Santo Domingo Savio al que me dedico actualmente y que, simplemente, significa tantísimo para mí, pues a través de las sonrisas de los niños con los que estoy experimento y siento que todo vale la pena.
Sé que hablo mucho pero ninguna de estas palabras que salen de mi boca o que aquí están escritas sería suficiente para demostrar mi gratitud y cariño por este hombre de fe que se ha donado por nosotros los jóvenes y a quienes hoy siguen haciendo lo mismo, salesianos y hombres y mujeres de estas casas de don Bosco. Me gusta que sea así.
Gracias por todo y por ser tú nuestro Rector Mayor
Con mucho cariño, Elian T.S.”
Hasta aquí la carta de esta joven. No sé donde estará ahora. Quizá en la Universidad o iniciando otra etapa de su vida, quizá con un trabajo, quizá pensando en su futuro y en su proyecto de vida, quizá, quizá… Pero de lo que no me cabe duda es que lo que lleva en su corazón (y esta carta es una muestra pequeñita pero preciosa), le dará la fuerza para ser una gran mujer en la vida y dar lo mejor de sí a otros. De eso se trata en la educación y en las familias. De preparar para la vida y para dar lo mejor de uno mismo en dicha vida.
Que el Señor de la Vida les bendiga a todos.