El laboratorio contó con la presencia de jóvenes de 16 a 18 años y fue financiado para ofrecer una posibilidad de aprendizaje y de sucesiva participación en el mundo del trabajo a los jóvenes que corren el peligro de marginalidad social.
Como ha explicado el padre Antonio Carbone, el salesiano responsable del proyecto, “Mani in Pasta” nace: “en un territorio donde las dificultades son muchas y también perspectivas de trabajo y empeño. Cada día nuestro objetivo es sacar a los jóvenes de la calle. Los salvaremos de las bandas gracias a un taller gastronómico que les enseña a preparar y cocinar y hornear las pizzas. Y gracias a esta calificación ellos podrán encontrar un trabajo honesto”.
Para tantos jóvenes del territorio el proyecto fue justamente este: una alternativa a los peligros o a la delincuencia. “Me gustaría que el curso durara más, para aprender cada vez más las técnicas y mejorar - dijo Saverio, un joven de 16 años-. No se si cuando seré grande querré hacer este trabajo pero conservaré con cuidado este diploma conquistado con constancia y sacrificio”, añadió mostrándose orgulloso de los resultados obtenidos.
Justamente en este momento de celebración no se puede dejar de recordar a Luigi, 17 años, que murió pocas semanas atrás en Nápoles, alcanzado por una bala después de un intento de asalto. Luís fue huésped por un año y medio en la comunidad de Torre Annunziata y detrás del mostrador era uno de los más apasionados.
A él, el padre Antonio Carbone le ha dedicado un largo post en Facebook, recordando que Don Bosco nos invita siempre a encontrar en cada muchacho aquel “punto accesible al bien”.
“Lo recuerdo cuando con tanto sacrificio quería aprender el oficio de 'pizzaiolo', lo recuerdo durante los meses de la cuarentena, cuando tres días por semana, junto a otros jóvenes preparaba pizzas para llevar a las familias en dificultad, lo recuerdo llorar porque durante esos meses no podía ir a ver a su familia, lo recuerdo el domingo en la misa con la mirada baja cuando durante la homilía se hablaba de una vida bella a la que nos llama Jesús”, escribe el salesiano. Y concluye: “Con frecuencia me hacen esta pregunta: de los jóvenes que pasan por la comunidad, ¿cuántos se salvan y cuántos se pierden? La vida, afortunadamente, es un desarrollo, nadie de nosotros tiene el sigilo del salvado y ninguno está por siempre perdido”.
