En Kakuma el 80% de los refugiados son niños y jóvenes. Es una especie de internado, donde todos los días, todos los meses, todo el año, sin poder salir. Hay 150.000 destinatarios para educar y evangelizar, para organizar oratorios, escuelas, formación profesional, diversos tipos de actividades juveniles.
Las diversas proveniencias de jóvenes en el campo son un muestrario del drama del Nord Este africano y de la zona de los grandes Lagos: Guerras tribales en Sur Sudán, la lucha por la independencia del pueblo Nuba y Darfur en el norte del Sudán; las persecuciones políticas en Uganda, Ruanda, Burundi y Etiopía; la dictadura de Eritrea; la inseguridad social y política en el Este del Congo; la guerra civil y el fundamentalismo islámico de Somalia. Muchos de estos dramas, son tal vez igual o peor de lo que se está viviendo y estamos acostumbrados a escuchar en Oriente Medio.
En esta suma de sufrimiento africano se encuentra desde el inicio del campo en 1992, una comunidad salesiana dedicada a la juventud refugiada. Es la única organización que “vive” en medio del campo de refugiados.
En el campo los Salesianos coordinan 3 centros de formación profesional con cerca de 400 alumnos. Se enseña secretariado, informática, carpintería, construcciones metálicas, mecánica, costura, albañilería, plomería. La mayoría de los profesores son exalumnos de los centros salesianos de formación profesional de Nairobi, Embu y Makuyu.
Con cerca de 1000 niños y adolescentes iniciaron el “Savio Club”, lugar donde, por las tardes, tienen refuerzo escolar (ya que las escuelas del campo son de baja calidad educativa con más de 100 niños por clase) y la posibilidad de actividades extra-escolares, que los enriquece en su formación integral. Hay un gran centro juvenil donde participan muchos jóvenes sobre todo el fin de semana. Es apenas un grande campo con dos árboles, un cerco y un cartel que dice “Centro Juvenil Don Bosco”. El resto es creatividad y fantasía oratoriana.
El anuncio de la Buena Nueva se realiza en 47 pequeñas comunidades formadas por familias cristianas vecinas. También hay 8 capillas que coordina la Parroquia del campo, llamada “Santa Cruz” (Holy Cross). La congregación de las “Misioneras de Charles de Foucauld” ayuda en este precioso servicio.
La comunidad tiene muchos sueños y proyectos: el de una escuela técnica en la que los jóvenes perfeccionen su formación, un centro juvenil con campos deportivos, salas, un cobertizo y una banda que alegre el desierto; una casa para más colaboradores y voluntarios para sumarse a tan desafiante misión.
Un aspecto, dentro de esta colorida riqueza humana, que se vive en el campo, es la educación a la convivencia. El dinka y el nuer del Sur Sudán es aprender a compartir el juego, el estudio y la fe. El musulmán estudia junto del cristiano; el etíope con el burundés, el ruandés con el eritreo. Los jóvenes aprenden a convivir, a conocerse, a valorizarse, a respetarse, a dejar de lado los preconceptos. Aprenden a vivir unidos en la diversidad; es prepararse para ser en sus países, donde reina la intolerancia y la coacción, semillas de comunión y de participación.
