El 29 de agosto es domingo. Hacia las 8 de la mañana, enseguida después de la misa en la capilla de la comunidad de Palmeiras, Mato Grosso, un grupo de unos 40 hombres armados entra en el patio de la casa salesiana y toma a todos como rehenes: con ellos hay cuatro salesianos, entre los cuales padre Thannhuber, director de la comunidad, además de un colaborador y un geómetra huésped de los salesianos. Durante buena parte de la jornada son amenazados con las armas. Hacia las 4 de la tarde, el jefe de los agresores llamado Tobías, ordena a todos iniciar a caminar hacia la ciudad de Cuiabá, a unos cien kilómetros de ese lugar. Pero el trayecto en realidad dura sólo unos pocos minutos. La caminata es interrumpida por los disparos y después de ser centrado en la nuca el padre Thannhuber yace ensangrentado sobre la tierra, describe el historiador salesiano, el padre Jean-Baptiste Duroure. Aprovechando la confusión, los otros salesianos huyen dentro de la jungla y a las ocho de la mañana siguiente, después de haber caminado toda la noche llegan a Coxipó, donde comunican la triste noticia.
Aún hoy no se conocen los verdaderos motivos de aquella acción criminal, si bien las principales sospechas giran entorno a las disputas por la demarcación del territorio.
Todo esto podría ser simplemente la descripción de un vil crimen, entretanto adquiere contornos sobrenaturales delante de la profecía del beato Michele Rua, el primer sucesor de Don Bosco que guió la congregación salesiana.
Cuando José Thannhuber era todavía estudiante de filosofía, fue a saludar al entonces Rector Mayor, junto al grupo asignado a las misiones en 1902: Don Rua, además de las recomendaciones habituales, delineaba para cada uno el futuro sector de trabajo, profetizando el gran bien que haría. Pero cuando fue el turno de Thannhuber, Don Rua se quedó en silencio y como el clérigo insistía que le dijera algo sobre su futuro, el superior, casi contra su voluntad respondió: “Mañana, mañana”. Thannhuber no se desanimó, esperó con impaciencia y el día después se presentó nuevamente: Don Rua, con el espíritu consternado y mirándolo dulcemente, después de pocos instantes dijo: “Y bien, tú prepárate para el martirio”.
Don Thannhuber fue el primer salesiano que derramó su sangre en Mato Grosso. Otros tres misioneros y un catequista indígena, sucesivamente fecundaron estas tierras con la entrega de su vida: el padre João Fuchs y el padre Pedro Sacilotti (1934) y los siervos de Dios, padre Rodolfo Lunkenbein y el indígena Simão Bororo (1976).