El Curso, ahora en su 35ª edición, nació con el deseo de responder a la necesidad de ‘aggiornamento’ en la vida consagrada y en el clero diocesano para ofrecer una formación integral, espiritual y pedagógica a quienes se dedican y trabajan en este ámbito.
Mucha riqueza multicultural y carismática: 65 participantes inscritos en esta edición, de 31 congregaciones masculinas y femeninas diferentes y 2 diocesanos (de los cuales uno de rito greco-católico), procedentes de 34 nacionalidades de los cinco continentes. Un grupo de 16 de ellos presentes en el Curso fueron Salesianos de Don Bosco de las diferentes regiones de la Congregación.
Desde los primeros días, el grupo se caracterizó por el entusiasmo y la confianza mutua, con confianza y compromiso, acogiendo las propuestas de los profesores de diversas partes del mundo. Ha sido un curso de actualización multidisciplinar que abordó y profundizó todas las dimensiones indispensables para formar a los consagrados y a los sacerdotes en las dimensiones espirituales, bíblico-teológicas, antropológicas (psicosociológicas-culturales), eclesiales-carismáticas y pedagógicas-experienciales.
Un joven equilibrista que intentaba caminar sobre una cuerda suspendida en el aire era la imagen que acompañó a los formadores a lo largo del camino: “La imagen del equilibrio nos ayuda a comprender que el camino formativo es un camino hacia la estabilidad, pero entendido como una búsqueda constante de la misma, a través del cuidado de nuestras emociones y sensibilidad”; subrayó el director del Curso, P. Carlo Maria Zanotti.
Ha sido un Curso en una edición especial en tiempo de pandemia. A pesar de las molestias causadas por los reglamentos impuestos por las autoridades sanitarias italianas para contener la propagación del Covid-19, el curso se celebró casi regularmente. Después de una pérdida inicial causada por el cierre, el curso fue organizado para continuar online. Desafortunadamente, algunos tuvieron que regresar a sus países de origen, pero la mayoría de los formadores continuaron el Curso hasta el final.
La realidad que nos ha tocado vivir es formativo. Tener la capacidad de resiliencia es saber hacer frente a lo inesperado y alcanzar los objetivos a pesar de todo, incluso aprendiendo de las dificultades que la realidad plantea. Se tuvo que renunciar a los aspectos experienciales que caracterizan el curso de formación como la semana de fraternidad, la peregrinación a los lugares de San Francisco de Asís y las visitas a las comunidades formativas y monásticas tan esperados por los formadores y organizadores.
Los formadores “tienen como misión principal transmitir al pueblo que les ha sido confiado la belleza del seguimiento del Señor” (Per vino nuovo in otri nuovi, 16). Los que han participado en este curso pueden testimoniar que es una realidad, y que se logra sobre todo a través de un grupo de hermanos y hermanas y en la riqueza de los carismas de la Iglesia.
P. Lorenzo Piola, SDB