Estos son tiempos difíciles para toda la humanidad, afectados de diversas maneras, pero unidos por la pandemia del coronavirus. El virus ha afectado y movilizado al mundo salesiano y a todas las comunidades civiles y religiosas. Más de 50 Salesianos han muerto a causa de esta pandemia. Se han cerrados escuelas y se nota el cansancio de la educación a distancia. Se constata la ayuda en alimentos en los países más pobres, en la protección a los niños sin familia y ni hogar, con actividades pastorales reinventadas en diversas formas ... Donde ha sido posible hemos sido testigos de la movilización de los jóvenes de los oratorios y de las escuelas para poner en marcha instalaciones de atención sanitaria, formación para la prevención del contagio. Un sinfín de actividades en vistas de un mundo mejor en medio de un momento histórico crítico.
Toda esta vasta realidad subió al altar de María Auxiliadora en un día que trató de ser el menos muy particular y diverso a otros años, pero al mismo tiempo el más cercano al momento histórico y espiritual actual. Este fue también el primer domingo en Italia para la reapertura de las iglesias y para las celebraciones del pueblo. Se espera que sea positivo según la lógica humana y de todas las medidas de seguridad.
El tema de la confianza en Dios se reconstruye cuando “tocamos la precariedad de la condición humana, descubrimos los tesoros contenidos en vasijas de arcilla”, dijo el P. Á.F. Artime.
Casi como complemento a esta reflexión, llegó la homilía del arzobispo de Turín, monseñor Cesare Nosiglia, quien destacó cómo María también observaba todo lo que sucedía y lo guardaba como voluntad del Señor: “Tampoco podía entender el significado de lo que le sucedía a Jesús, pero confiaba en lo que Dios también realizaba a través de ella”.
No hay rostros desesperados, pero sí muchos que llegaron a la Basílica y a los patios de Valdocco, que oraron en este día. Muchas confesiones, que a veces liberaron el llanto; pero también mucha esperanza, ligada al reconocimiento en María de la mujer que compartió el dolor humano y que contribuyó a superarlo en el sacrificio de su Hijo.
El Rosario vespertino, con aportes de Roma y Centroamérica, para indicar la universalidad de la Familia Salesiana, con la Madre Yvonne Reungoat, Madre General de las Hijas de María Auxiliadora en primer lugar, fue ciertamente un pasaje más que simbólico, casi una trama, para el futuro de esta celebración, que esta vez tuvo que renunciar a la “grande y bella procesión”, como dijeron los representantes de la Asociación de María Auxiliadora (ADMA) que completaron la última decena del Rosario.
Pero esto no impidió que la estatua de la Madre ayudando por sus hijos fuera llevada a la puerta de entrada entre el templo y la ciudad.
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