Actualmente las escuelas, iglesias, mercados, fronteras están cerradas, todas las reuniones de más de una persona están prohibidas. Todas las personas están invitadas a quedarse en casa y salir solo para las cosas esenciales. Las mismas actitudes y gestos de precaución recomendados en todas partes del mundo (a menudo lavarse las manos, mantener la distancia...) se promueven y adoptan de manera que se esté preparado.
Los Salesianos de Bukavu, tras el descubrimiento de los dos casos positivos de Covid-19 en la ciudad, han “radicalizado el confinamiento” y han suspendido las pocas actividades aún en curso. Además de la escuela cerrada durante días, se detuvieron definitivamente los talleres, que antes funcionaban a cámara lenta, mientras que los muchachos internos que eran huéspedes del centro ya habían regresado con sus familias, excepto los que viven lejos o no tienen una familia dispuesta a acogerlos. Incluso la Santa Misa se celebra solo en la estricta intimidad.
“Pero nuestra oración es cada vez más universal – continúa el P. Gavioli – Del 15 al 24 de marzo rezamos la novena a María Auxiliadora en comunión con toda la familia salesiana. En la noche del 27 de marzo nos unimos en vivo, gracias a los medios de comunicación del Vaticano, solos y solidarios con la oración del Papa Francisco”.
El pensamiento de los Salesianos, sin embargo, no puede detenerse en sus obras y ni siquiera en sus destinatarios directos. “Hay miles de familias a nuestro alrededor que viven día a día, que comen por la noche porque su madre pudo vender algo en el mercado. Si cierran los mercados, ¿cómo alimentarán a sus hijos? Y si los dejan abiertos, la enfermedad se extenderá. Estas madres se enfrentan a una trágica elección: morir de coronavirus o morir de hambre”, continúa el P. Gavioli.
Las mismas autoridades están discutiendo qué hacer. El Coordinador Nacional de la respuesta al coronavirus, el Sr. Jean-Jacques Muyembe, manifestó que el confinamiento “no es una obligación, porque se debe tener en cuenta el aspecto social”.
El P. Gavioli concluye: “Covid-19 nos obliga a la solidaridad mundial. El ideal humano y cristiano está bien definido por San Pablo: No se trata de reducirse a la miseria para ayudar a los demás, sino de establecer la igualdad (2 Cor 8:13)”.