"Mi voluntariado misionero lo hice en la obra de las Hijas de María Auxiliadora. En este lugar se anima una escuela de formación profesional con cursos de hotelería y de sastrería. Los estudiantes, de los cuales sólo cuatro son varones, de entre 18 y 22 años. Gracias a este tipo de educación muchos jóvenes entrar en la vida adulta con cierto conocimiento y un poco de la experiencia y el diploma que reciben al final de la escuela confirman sus habilidades. La juventud local es muy capaz: los alumnos del curso de costura, después de sólo dos meses de práctica son capaces de hacer sus propias blusas y servilletas de crochet.
Gisenyi, como todo Ruanda es un puesto especial, también a causa de la difícil pasado de este país. Tal vez por eso la Eucaristía aquí es muy reflexiva. Las canciones y bailes durante la celebración de la Eucaristía son delicados y moderados. Me gusta especialmente el momento de la comunión, cuando las mujeres, y algunos hombres de edad avanzada, se levantan para cantar, y balanceándose ligeramente, levantan las manos. Pareciera que nada les interesa en ese momento de lo que ocurre a su alrededor sino el rezar con las manos, y cantar con los gestos.
Yo tenía mis planes, muy detalladles, mis proyectos. Fui por poco tiempo a una misión en Uganda Namugongo, pero al final terminé quedándome en Ruanda. Y esto es muy bonito. Siento que estoy en el lugar correcto. Doy lo que puedo y todo lo mejor de mí. He confiado solamente en Jesús. A menudo aquello que no deseamos es lo mejor para nosotros”.