Un viaje que comenzó en Castagnero, en la provincia de Vicenza, en 1926, y que abarcaba las tierras de Medio Oriente desde los años de la formación salesiana. Después de 70 años en aquella región, su peregrinación terminó en el Líbano, en la comunidad salesiana, donde decidió establecerse al final de sus diez años de servicio Episcopal (de 1992 a 2002) como vicario apostólico de Alepo.
Llegó a Medio Oriente en 1949 como clérigo y comenzó su trabajo pastoral en Estambul, Turquía. Fue Ordenado Sacerdote en Jerusalén en 1953, realizó su misión salesiana en varias casas de Tierra Santa, pero sobre todo en Alepo, donde fue varias veces director y donde fue nombrado Obispo.
Estaba fuertemente vinculado al movimiento de los Focolares, ya que, como obispo, desempeñó un papel de animación entre los obispos amigos del movimiento, tanto a nivel local como regional, internacional y también ecuménico (con los obispos ortodoxos y protestantes), pero en plena protección de su identidad salesiana, que quiso afirmar, haciéndose apreciar y querer por su humildad, su mansedumbre, su bondad, su sencillez, delicadeza y su profunda espiritualidad.
Como Obispo en Siria se ganó la amistad de los líderes religiosos musulmanes, con quienes mantuvo relaciones amistosas profundas. El pesar y la tristeza embargan a los salesianos y a las personas que han conocido a Mons. Armando Bortolaso.