Por: Gabriel Alsó
La Familia Salesiana, es una familia espiritual, no una simple afinidad o simpatía, posee una comunión interior y carismática. Un sólo espíritu que mantiene las propias características originales de cada grupo de laicos que la conforman, en defensa de la dignidad humana, de la familia y promoviendo la justicia y la paz.
Una familia con pluralidad de expresiones convergentes hacia un único centro, la Eucaristía. Una espiritualidad de lo cotidiano con mística; no hay apostolado sin ascética y no hay ascética sin mística.
Una gran familia para sumar, de puertas abiertas, que ayuda y que sirve para construir un mundo mejor; con fidelidad al Papa, y consagrados al servicio de la iglesia, de la juventud, los pobres y pueblos no evangelizados.
Una familia fundamentada en la espiritualidad salesiana, con esperanza, dando sentido a la vida y futuro a la humanidad, teniendo a la persona como eje, amándola sin prejuicios ni exclusiones.
Familia Salesiana que hoy supera los treinta grupos y en cada país tiene muy presente a sus “abuelos” quienes constituyen el nexo de inspiración entre las generaciones, y aseguran la transmisión de tradiciones y de costumbres en las cuales los más jóvenes pueden cimentar sus propias raíces y su futuro.
En 1875 llegan al país (primero del continente Americano), diez misioneros que se transformaron en “huelleros”, quienes gracias a los consejos de Don Bosco en solo 13 años sembraron gran en parte de Sudamérica obras fundadas en el “sistema preventivo” que se apoya en la razón, la religión y el amor. Estos colegios y oratorios, fueron los lugares preferenciales donde surgieron los grupos de la Familia Salesiana.
El décimo sucesor de Don Bosco, el Rector Mayor P. Ángel Fernández Artime, continúa señalando trazas de perdurables y desafiantes caminos y una muestra es el Aguinaldo 2017: Somos Familia. “Todos somos necesarios, debemos dejarnos moldear por Dios, así encontraremos cada proyecto de Vida”.