Por: Frances Santiago
Nueve meses después, los efectos del paso del “huracán María” todavía son evidentes. Por esta razón, el P. Carlos Piantini, uno de los salesianos activos en Puerto Rico, anticipándose al viaje de los jóvenes estadounidenses, identificó cinco familias, vinculadas al oratorio salesiano del lugar, que necesitaban más ayuda. Cuando llegaron los chicos de la escuela pudieron conocer a estas familias, preguntar cuáles eran sus necesidades y establecer un plan de acción para cada una de ellas.
Los jóvenes pintaron sus casas, repararon los techos, arreglaron las casas dañadas, recogieron los desechos, pintaron y lavaron las paredes... Instalaron nuevos lavatorios, arreglaron mesas, armarios y camas y llevaron sábanas y toallas para las familias.
Muchas de estas familias tenían entre sus seres queridos a personas con alguna discapacidad, por lo que el trabajo limpieza requería cuidados especiales, y los estudiantes pudieron hacer frente a estas situaciones.
Además, los muchachos reflexionaron sobre la inmensidad del trabajo que todavía no se ha llevado a cabo y cómo estas familias se sentían desanimadas por lo que habían perdido a causa del huracán.
Aunque pasaron la mayor parte del día trabajando, los jóvenes también reservaron tiempo para orar y jugar. El grupo participó en la Misa dominical con la comunidad salesiana y por la mañana y por la tarde leían la Sagrada Escritura y rezaban un poco. Además, los jóvenes desafiaron al fútbol con los jóvenes del Instituto San Juan Bosco y durante la semana pudieron apreciar la cocina local y hacerse amigos de las familias para quienes trabajaban.
Al final del viaje misionero, los jóvenes dijeron que realmente se habían sentido parte de las familias donde trabajaban y amigos de los estudiantes del instituto “San Juan Bosco”, y expresaron su deseo de regresar a Puerto Rico y buscar ayuda y justicia para quien aún sufre los efectos del huracán María.