En las instalaciones de Gabčíkove, las autoridades eslovacas brindan alimentos, atención médica y satisfacen otras necesidades, y los niños en edad escolar asisten a las escuelas públicas. En medio a ello, la congregación también está presente y colabora ofreciendo lo que el gobierno no puede dar, especialmente a los niños y jóvenes. Así, los Hijos de Don Bosco organizan y forman voluntarios para una amplia variedad de actividades durante las largas horas de "tiempo libre".
Como en un típico oratorio de verano, hay de todo: al aire libre y sobre el césped los niños juegan al fútbol, otros montan una cancha de voleibol levantando una red; en un rincón unos pequeños juegan individualmente con el hula-hoop o con las construcciones; más allá una niña pequeña está practicando hacer trenzas con el cabello de un animador paciente... Mientras tanto dos niños juegan juntos: ambos nacidos en Ucrania, uno que habla ucraniano y el otro que habla ruso, no tienen problema en entenderse y divertirse juntos.
Si llega la lluvia, no hay problema: se mudan adentro, quizás también cambian las actividades y los deportes, pero se mantiene la diversión y la despreocupación propias de quien nunca debería lidiar con problemas como la guerra. También están los que practican un poco de yoga, los que hacen gimnasia, los que patinan...
Y para estos niños y jóvenes obligados a huir de casa, a cruzar su país con vehículos improvisados, a hacer largas filas en las fronteras, a quedarse solos con lo poco que llevaban encima y como mucho con un bolso o mochila, aquí ven de nuevo la posibilidad de sentirse seguros, de tener amigos, jugar, crecer, desarrollar los propios talentos… En definitiva, ser felices.
En Gabčíkove, salesianos y voluntarios trabajan para hacer realidad el sueño de Don Bosco: ver a los niños felices en el tiempo y en la eternidad.