Para llegar hasta Kafroun subimos por un largo camino que atraviesa pequeñas villas, habitadas, muchas de ellas casi enteramente por cristianos. En las columnas de iluminación pública están pegadas infinidades de rostros juveniles. Si fuese una campaña política, pensaríamos que son los candidatos. Pero la realidad es más dramática en este país en guerra que estamos visitando. Esos rostros son los mártires civiles y soldados muertos en el frente de batalla, que habitaban en esa villa.
La casa de Kafroun sirve para la obra salesiana de Siria y del Líbano como punto de referencia para los campos-escuela de los jóvenes y para las jornadas formativas de los Salesianos y de la Familia Salesiana.
Se trata de una presencia salesiana que nace en 1992, viviendo tan solo veinte años, pues en 2009 los Salesianos tuvieron que cerrar la comunidad y utilizar la casa como residencia para las vacaciones. Sin embargo, la urgencia provocada por la guerra, especialmente por la tantas familias golpeadas de Alepo, tuvieron que reabrir sus puertas con un hecho singular: la presencia estable de la comunidad salesiana ha formado un grupo de Salesianos Cooperadores, que llevan adelante el estilo educativo de Don Bosco.
Durante el fin de semana son ellos que animan el oratorio y abren la casa de acogida para los jóvenes de la zona y dominicalmente concurren más de 200 niños y jóvenes en la celebración eucarística.
Percibimos que en este lugar la gente es más serena: aquí no han llegado los rebeldes. La vida se desenvuelve más lentamente, pero las fotografías de los mártires civiles, de las familias destruidas, de los caminos bloqueados y la falta de trabajo estable son una gran preocupación para las familias del lugar.
Más informaciones en el sitio «Missioni Don Bosco».