¿Por qué decidieron quedarse en un lugar donde la muerte era el destino también para ustedes?
Decidimos quedarnos entre la gente y asumir el riesgo de morir como tantos, pero estábamos seguros que Dios nos ayudaría y nunca nos sentimos solos. Decidimos quedarnos y estar en medio de los muchachos.
¿Qué recuerdas al ver las fotos?
Recuerdos los rostros de las personas. Recuerdos los hospitales repletos de gente. Recuerdo la cantidad de muertos. Recuerdo el miedo que se podía tocar con las manos. Recuerdo a tantas familias en cuarentena, donde los dejaban encerrados sin agua, sin comida.
A ver rostros de niños ¿qué te trae a la memoria?
Son los rostros de tantos niños que acogimos en las casas salesianas. En la tradición Africana el niño debe estar alejado de quien está enfermo. Eso ayudó a que muchos niños sobrevivieran pero luego, quedaban solos en sus casas. Recuerdo el nombre de Ibrahim, todos habían muerto y era el único sobreviviente. Cuando llegaron a la casa para desinfectar le rociaron por todo el cuerpo con cloro y quedó ciego de un ojo.
¿Sentiste en medio de la gente que la enfermedad era parte de algún castigo?
En toda la experiencia del Ébola, nunca he encontrado una persona que se haya quejado de que Dios nos estuviera castigando. Había una idea muy clara: Dios está con nosotros.
¿Y cuándo decidieron quedarse en una situación tan dramática y difícil?
Para nosotros los salesianos no fue fácil. Nos sentimos tan desorientados. Nos preguntábamos ¿Qué hacemos? ¿Nos vamos? ¿Dejamos todo? Sentimos que Dios nos ayudó a descubrir su voluntad. Pensamos que el mejor lugar donde debíamos estar: era en Sierra Leona.
¿Tuvieron miedo de la decisión de quedarse?
Hemos tenido mucho miedo como toda la gente. Fue entonces que el gobierno nos propuso ayudar a los niños huérfanos. En el miedo, Dios nos dio las herramientas para responder con generosidad. No nos hemos sentido solos sino acompañados por Dios, por el Rector Mayor, por la Congregación. Nos quedamos en medio de la gente, con todo el riesgo.