"Agradezco al Alcalde por reconocer en mí lo que los Salesianos de Don Bosco en Livorno, junto con tantos voluntarios en estos ciento veinticinco años, han logrado con los centros de formación profesional, escolares, centros de reunión, con las comunidades de acogida del Ceis que fundé para jóvenes con problemas de dependencia junto a refugiados, inmigrantes", afirmó el salesiano en su discurso de agradecimiento por el premio. "Dedico la 'Canaviglia' a Don Bosco, Padre, Maestro. Se la dedico a todos los que trabajan para apoyar y formar a los jóvenes más desfavorecidos en el ámbito público y en el privado social, a todos aquellos que, con su compromiso personal de ayuda mutua, han roto las cadenas de la dependencia y han vuelto a vivir con responsabilidad".
El salesiano también expresó su alegría por ser premiado el 19 de marzo, el día de San José, pero también en el mismo día de la elevación de Livorno a Ciudad, y quiso compartir el honor con su orden y otros voluntarios.
En la Sala de Ceremonias del Palacio Municipal, llena de autoridades y amigos del sacerdote, el Alcalde Luca Salvetti recordó que la razón por la cual la Junta decidió otorgarle la distinción al sacerdote salesiano fue "por el servicio prestado durante cincuenta años entre las periferias existenciales de nuestra ciudad. El Padre Zoppi ha dedicado su vida a las personas más marginadas, ofreciéndoles asistencia y nuevas oportunidades, desafiando los prejuicios que las relegan al margen de la sociedad e inspirando a muchas personas que, siguiendo su ejemplo, han creado una amplia red de acogida y solidaridad".
La entrega de la Canaviglia al Padre Zoppi se presenta como un reconocimiento "a su constante acción de cuidado y apoyo a la comunidad livornesa".
Varias autoridades y invitados tomaron la palabra durante la ceremonia. Monseñor Paolo Razzauti, Vicario Episcopal de la Ciudad, declaró: "Hago una comparación con el Padre Milani: el Padre Gigi siempre ha ayudado a todos, ha sido trabajador social, pero siempre ha sido sacerdote hasta el final, nunca ha renegado de su ser sacerdote. Por eso, te doy las gracias en nombre de la iglesia livornesa"; el Padre Armando Zappolini, Presidente de la Coordinación Nacional Comunidad de Acogida(CNCA), describió al Padre Zoppi como "un maestro, un referente"; el Prefecto de la ciudad, Paolo d'Attilio, comentó: "En mi trayectoria profesional siempre lo he encontrado y siempre lo he visto pensando en los demás y nunca en sí mismo, por eso le doy las gracias"; y finalmente también un hombre senegalés, Cissè Mory Guetta, que contó su historia como ex recolector de tomates en Rosarno, Calabria, que solo gracias al Padre Zoppi, como quiso destacar, hoy tiene documentos, casa, familia y una vida tranquila.
También intervinieron el Presidente del Concejo Municipal Pietro Caruso, también en representación de la Provincia de Livorno, y el Concejal Paolo Fenzi.
Nacido en la noche de San Lorenzo hace noventa y tres años, desde niño el Padre Gigi también es llamado Rino, en honor a su madre, que perdió la vida al dar a luz. Su padre, entonces, se encuentra criando al hijo sin el apoyo de su esposa, con dificultades económicas. Y precisamente por su fe comunista, el padre de Luigi no ve con buenos ojos el deseo de su hijo de convertirse en sacerdote. Irónicamente, el padre finalmente envía al hijo al seminario convencido por el secretario local del partido comunista. El seminario es la única manera de permitir que Luigi estudie. En 1956, Zoppi se convierte en sacerdote. En 1976 llega a Livorno, donde aún está activo. El sacerdote atraviesa activamente la historia reciente de la ciudad. Y desde su llegada, encarna su papel con dedicación, con los ojos siempre puestos en los más necesitados.
En los años setenta, las drogas en Italia circulan en abundancia, y las plazas de Livorno pronto se convierten en plataformas de tráfico. La heroína primero, y luego la cocaína, son el centro de la vida de muchos jóvenes. El Padre Gigi los ayuda desde el principio, creando una comunidad donde, además de proponer valores elevados y alternativas de vida a la vía de la droga, el sacerdote trata a las personas como sujetos que necesitan ayuda, no desechos que descartar, como gran parte de la sociedad pensaba en ese momento. Y así, en la comunidad que funda el sacerdote, se intenta proporcionar a los chicos y chicas un trabajo adecuado para garantizar autonomía e independencia, y al mismo tiempo para ayudarles a enfrentar sus propias fragilidades a través de una terapia de grupo.
A fines de los años ochenta, el sacerdote también enfrenta el SIDA: la epidemia llega a la ciudad, y el Padre Zoppi una vez más ayuda a las personas marginadas por el resto de la sociedad, incluidas sus familias. En la zona de "Tre Ponti", abre un centro para personas terminales, pero no lo convierte en un servicio de cuidados paliativos, sino en un verdadero hogar familiar, donde incluso la muerte por la grave enfermedad adquiere su propia dignidad. Emergencia tras emergencia, desde finales de los años noventa, el sacerdote también se enfrenta a un fenómeno aún difícil de manejar: la inmigración. Con un marcado espíritu cristiano, don Gigi hace de la acogida su misión: ayuda a los refugiados a obtener comida, documentos y asistencia social. Pero sobre todo, les ayuda a encontrar una comunidad. "Comunidad" es la palabra clave que ha marcado la labor de este sacerdote de la calle: por eso toda la comunidad livornesa hoy le está agradecida.'
