El 29 de abril estaba previsto que 237 presos por delitos menores quedaran en libertad por un decreto presidencial. Unos días antes se había confirmado el primer caso de coronavirus en la prisión y se prohibieron las visitas. A los reclusos también se les prohibió salir de sus celdas para protegerlos, pero ellos lo interpretaron como otra humillación unida a la única comida al día y a la falta de higiene.
Pademba Prison, la cárcel de Freetown, sin cámaras de seguridad y quintuplicando su capacidad, vivió ese día una cruenta revuelta. Pasadas las ocho de la mañana varios reclusos lograron acceder a la clínica y la incendiaron. Después, redujeron con facilidad a los guardias, abrieron todos los pabellones y quemaron la cocina, la farmacia, el registro de documentos y todos los talleres.
“En la capilla sólo hubo algunos daños, y en el salón de Don Bosco, donde 225 de ellos reciben cada semana una comida extra y hay una sala de informática y una biblioteca, todo acabó destrozado y por los suelos”. Cuantiosos daños materiales, incendios y numerosos heridos y muertos fue el resultado del motín.
Algunos beneficiarios de Don Bosco ayudaron a escalar los muros a los guardias para salvar su vida de la ira de otros reclusos. La Policía y el Ejército tomaron las inmediaciones de la cárcel y dispararon indiscriminadamente a los presos. La revuelta fue sofocada en cuatro horas y los presos fueron encerrados en sus celdas. Durante tres días no recibieron comida ni agua y fueron torturados para intentar encontrar a los cabecillas. Algunos, heridos de bala y sin atención médica, murieron en los días siguientes.
El equipo de Don Bosco que trabaja en la prisión pudo entrar a evaluar los daños y la situación de los presos al día siguiente. El compromiso de los Salesianos con las autoridades fue empezar a dar de comer a todos los presos, 1.421 en la actualidad, durante unos meses a cambio de poder verlos, hacerles reconocimientos médicos y atenderlos.
El coronavirus también avanzó en la cárcel hasta los 19 casos positivos. Quince de ellos ya están recuperados y cuatro siguen confinados. “Trajimos camas y rehabilitamos una zona para aislarla como hospital. Conseguimos hacer revisiones médicas diarias a entre 80 y 100 presos”.
Los Salesianos entregan a cada preso una bolsa de comida seca que contiene una pasta llamada gari, leche en polvo, una verdura, una fruta, azúcar y agua. “Poco a poco se está conseguiendo que salgan de las celdas y también se han comprado baldes de agua para su aseo”, destaca el misionero salesiano.
Jorge Crisafulli, junto con todo el equipo de Don Bosco Fambul tiene claro que “los presos confían en Don Bosco porque piensan que quieren matarlos y nosotros los cuidamos.
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