El gran precio que vamos a pagar por esta crisis no es solo a nivel emocional porque tuvimos que aislarnos durante tanto tiempo. Ni siquiera la pérdida de aprendizaje, por estar tanto tiempo fuera de la escuela. La gran crisis y lo que vamos a pagar son los rezagos de esta crisis, una generación marcada y afectada por la pandemia de la desconfianza, del miedo, siendo el “virus de la corona” la experiencia decisiva de una generación. Incluso sabiendo que cuando todo esto termine, la sociedad habrá cambiado fundamentalmente. Y la educación también tendrá que cambiar. Así que un nuevo futuro ha nacido para nuestras escuelas y para los centros de formación profesional.
Será necesario escuchar más, descubrir e identificar las diferentes necesidades de cada uno y diseñar nuevas formas de aprendizaje. Muchos educadores, pedagogos, pensadores, teóricos de todo tipo han cuestionado durante muchos años el statu quo de una educación desarrollado en una escuela de lo cotidiano, que como sistema se convirtió, en palabras sabias e ilustradas de Benedicto XVI, en una “emergencia educativa”. Es una emergencia que se ha convertido en una pandemia de emociones y con respuestas poco agradables para los educadores.
El aprendizaje significativo no está garantizado. El aprendizaje para la vida no está garantizado. No parece que estemos educando para un mundo en constante cambio. Y a menudo, ni siquiera nos preguntamos qué es lo que nuestros estudiantes realmente necesitan aprender para el futuro. Todas estas son palabras machaconamente repetidas, pero; ahora, al volver de los miedos, ausencias y distancias sociales, todo será diferente. ¡Y tiene que ser diferente!
Debemos preguntarnos por qué estamos aquí. Para entender cómo hemos podido reinventarnos en esta situación de pandemia y cómo cambia. Lo que significa aprender a distancia y lo que significa aprender directamente. Porque el aprendizaje no es solo una cosa de la clase, sino un desafío de toda la vida. Todos los días.
Es hora de preguntarnos: ¿Qué papel tienen los educadores como adultos significativos? ¿Enciclopedias de conocimiento o wikipedias de presencia, adaptación y acceso crítico al conocimiento? ¿Fabricantes de ciencia o desarrolladores de procesos de descubrimiento? ¿Corazones que laten o simplemente datos de repetición de fórmulas que parecen inútiles? ¿Moderadores de experiencias de vacío o creadores de sueños, de esperanzas y de nuevos mundos?
En estos días nos damos cuenta de cómo la tecnología puede ser una ayuda interesante. Gracias a la tecnología, las escuelas y los centros de formación profesional no han cerrado. El entorno digital se ha convertido en la forma de comunicarse y estar presente. Y se ha demostrado lo necesaria que es la relación humana. Que no basta con vigilar un instrumento, sino que hay que cumplir. Para estar juntos. Para compartir. Para reírse. Para correr. Para saltar. Para viajar por la riqueza de las palabras pronunciadas, por la belleza del ser, por la grandeza de la relación, cara a cara. Renunciar a las relaciones humanas es deshumanizante para decir la verdad. Especialmente para nosotros que hemos aprendido desde Don Bosco que “la educación es cuestión del corazón”.
Un nuevo futuro ha nacido para nuestras escuelas y centros de formación profesional. Y todos queremos estar allí. Con todo el mundo. Por la felicidad de aquellos que creen que la educación es para toda la vida. Una vida feliz. Ahora y en la eternidad.
Padre Tarcízio Morais, SDB,
Responsable de las Escuelas y Centros de Formación Profesional del Departamento de Pastoral Juvenil
