En aquella época, la situación juvenil en Roma era espantosa: acabada la guerra, miles de muchachos huérfanos o abandonados llenaban las calles tratando de llegar al final de la jornada: era fácil pasar de ocupaciones humildes a las ilegales e inmorales. Los llamaban “Sciuscià”, deformación del inglés que significaba “limpiabotas”.
El Papa Pío XII en 1945 pidió a los salesianos que se ocuparan de ellos y los salesianos comenzaron a buscarlos, a conquistar su confianza y a proponerles un lugar de acogida. Afluían a la calle Marsala, a la calle Varese, al barrio Mandrione… Pero se soñaba con un lugar dedicado exclusivamente para ellos. En 1946, los soldados ingleses de estancia en Roma, enviaron una tarta a estos muchachos con esta inscripción: “para los muchachos de Don Bosco”; de esta forma quedó superado aquel apodo despreciativo: ya no más Sciuscià, sino “Muchachos de Don Bosco”.
También en aquel año, algunos salesianos se toparon en un campo con filas de tiendas de campaña: era lo que quedaba del Fuerte Prenestino. Se dijeron:”aquí estará la casa de nuestros muchachos”.
Tras un año para lograr obtener las debidas autorizaciones comenzaron los trabajos. He aquí cómo narra los comienzos don Cadmo Biavati, primer director de la obra:
“El 20 de marzo, finalmente, se dio comienzo oficial a los trabajos. Los muchachos llegaron cantando alegremente; exclamaciones, gritos, risas festivas, mucha alegría; aquellos muchachos, que habían experimentado ya el dolor que humilla y el amor que redime, se dispersan por todos los lugares en compañía de los salesianos jóvenes y de los sacerdotes, constatando la realidad que desde hacía tantos meses venían soñando […]. Por la tarde, llegan las autoridades. Advierto inmediatamente en el rostro de los muchachos señales inconfundibles de su gratitud y de su afecto. Luego, un sacerdote implora la bendición de Dios. El Fuerte Prenestino se ha convertido en la Casa de Dios”.
Setenta mil muchachos han pasado desde entonces por estos patios y ahora los salesianos tienen que trabajar para lograr identificar y encontrar a los nuevos “Sciusciá”, o mejor, a los nuevos Muchachos de Don Bosco. Con todo, permanecen la vocación original de aquel lugar realizada por los salesianos y por una comunidad educativa fuertemente motivada, y la presencia constante de la Providencia.
